Bueno, pues tras diez días de espera, hoy, por fin, ha llegado la cafetera Nespresso que compre por ebay a un 'ebayer' austriaco.
De momento, ya me he hecho un cafelito para probarla (previa limpieza sugerida por el fabricante), y he de decir, en honor a la verdad que me ha sabido un poco a plasticorro. Es la misma sensación que la que me dio el día que saque un café de máquina en la máquina de la oficina recién instalada. Supongo que será por lo nueva que está. Entiendo que esa sensación desaparecerá según consuma más 'cafeses'.
Locución.
1. (Del lat. locutio, -onis. ) f. Modo de hablar.
2. Grupo de palabras que forman sentido, frase.
3. Gram. Combinación estable de dos o más palabras, que funciona como oración o como elemento oracional, y cuyo sentido unitario no siempre se justifica, como suma del significado normal de los componentes.
lunes, 28 de enero de 2008
viernes, 25 de enero de 2008
No dejes de ver este video, cambiará tu vida... y la de tus hijos también
Código Civil, De las relaciones paterno-filiales
CAPÍTULO PRIMERO
Disposiciones generales
Artículo 154
Los hijos no emancipados están bajo la potestad de sus progenitores
La patria potestad se ejercerá siempre en beneficio de los hijos, de acuerdo con su personalidad, y comprende los siguientes deberes y facultades:
1. Velar por ellos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una formación integral.
2. Representarlos y administrar sus bienes.
Si los hijos tuvieren suficiente juicio deberán ser oídos siempre antes de adoptar decisiones que les afecten.
Los padres podrán en el ejercicio de su potestad recabar el auxilio de la autoridad. Podrán también corregir razonable y moderadamente a los hijos.
[El primer párrafo de este artículo ha sido redactado conforme a la Ley 13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio (BOE núm. 157, de 02-07-2005, pp. 23632-23634).
[El Tribunal Constitucional ha admitido a trámite, mediante providencia de 25 de octubre de 2005, el recurso de inconstitucionalidad núm. 6864-2005, promovido por más de cincuenta Diputados del Grupo Parlamentario Popular del Congreso de los Diputados contra la Ley 13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio (BOE núm. 273, de 15-11-2005, p. 37313).]
Artículo 155
Los hijos deben:
1. Obedecer a sus padres mientras permanezcan bajo su potestad, y respetarles siempre.
2. Contribuir equitativamente, según sus posibilidades, al levantamiento de las cargas de la familia mientras convivan con ella.
El video esta aqui en dos partes, pero lo puedes ver completo aqui.
PARTE 1
PARTE 2
CAPÍTULO PRIMERO
Disposiciones generales
Artículo 154
Los hijos no emancipados están bajo la potestad de sus progenitores
La patria potestad se ejercerá siempre en beneficio de los hijos, de acuerdo con su personalidad, y comprende los siguientes deberes y facultades:
1. Velar por ellos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una formación integral.
2. Representarlos y administrar sus bienes.
Si los hijos tuvieren suficiente juicio deberán ser oídos siempre antes de adoptar decisiones que les afecten.
Los padres podrán en el ejercicio de su potestad recabar el auxilio de la autoridad. Podrán también corregir razonable y moderadamente a los hijos.
[El primer párrafo de este artículo ha sido redactado conforme a la Ley 13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio (BOE núm. 157, de 02-07-2005, pp. 23632-23634).
[El Tribunal Constitucional ha admitido a trámite, mediante providencia de 25 de octubre de 2005, el recurso de inconstitucionalidad núm. 6864-2005, promovido por más de cincuenta Diputados del Grupo Parlamentario Popular del Congreso de los Diputados contra la Ley 13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio (BOE núm. 273, de 15-11-2005, p. 37313).]
Artículo 155
Los hijos deben:
1. Obedecer a sus padres mientras permanezcan bajo su potestad, y respetarles siempre.
2. Contribuir equitativamente, según sus posibilidades, al levantamiento de las cargas de la familia mientras convivan con ella.
El video esta aqui en dos partes, pero lo puedes ver completo aqui.
PARTE 1
PARTE 2
jueves, 24 de enero de 2008
Moteros
Artículo de Miguel Martinez
Publicado en vistazoalaprensa.com en agosto de 2007
y en su blog personal.
Uno se cree que por el mero hecho de pertenecer a un colectivo puede dar respuestas a cuantas preguntas se le formulen respecto a dicho colectivo y resulta que, algunas veces, los que ven el tema desde fuera gozan de una perspectiva más amplia y se hacen preguntas respecto a ese grupo que los integrantes del mismo ni se plantean.
Y así me ocurría esta misma mañana mientras mantenía una larga conversación telefónica con mi querido y admirado vecino de página, Juan Urrutia, en la que me planteaba una pregunta sobre moteros que un servidor no ha sabido responder. Me van a permitir mis queridos reincidentes que no le desvele la pregunta hasta dentro de unos párrafos, margen que ruego me concedan para intentar introducirlos en el mundillo de las motos y los moteros.
Y es que un servidor se declara un motero irredento. Menos motero de lo que él quisiera, pues sus obligaciones no le permiten dedicarle a viajar en moto todo el tiempo que desearía, pero motero al fin y al cabo.
Es más que probable que a aquéllos de mis queridos reincidentes que no sean moteros les resulte difícil comprender lo que se llega a disfrutar de la moto como compañera de viaje, las sensaciones que se viven sobre una motocicleta –y no me estoy refiriendo a la velocidad, que puede disfrutarse plenamente de la moto siendo respetuoso con las normas de tráfico- sensaciones que, por intensas, no soy capaz de describirles sino es a base de experiencias que intentaré introducirles en el relato de la manera menos plúmbea de la que sea uno capaz a estas alturas del verano, teniendo en cuenta que servidor todavía no ha disfrutado de sus merecidísimas vacaciones. En honor a la verdad, cuando este artículo vea la luz quien les escribe estará en el quinto pino y con el móvil “fuera de cobertura o apagado”.
Aunque uno empieza a ser motero mucho antes de tener motocicleta, y eso se hace devorando las revistas de motos cuando se es todavía un adolescente y anhelando que llegue el día en la que pueda conseguir la moto de sus sueños –una Bultaco Streaker en el caso de un servidor, hace ya unas cuantas décadas- en la mayoría de ocasiones uno no puede ejercer de motero con todas las de la ley hasta que goza de cierta independencia económica. Recuerda un servidor de su época de estudiante un Vespino GL rojo con el que se estrenó en el “mundo del motor”, con el que, en espera de mejores épocas y más largas rutas, “viajaba” desde su domicilio hasta el Instituto cada día.
El acceso al mundo laboral, a mediados de los ochenta, le permitió a quien les escribe acceder a una viejísima Montesa Impala del 62, casi, casi, una moto de las grandes, que le servía a un servidor para ir al trabajo, acudir a clase por las tardes y aventurarse a alguna que otra excursión de fin de semana. En su fuero interno, quien les escribe ya sentía motero, con un cacharro que era una antigualla y cuya bujía hacía la perla cada dos por tres, pero un motero, con su casco integral, su “Barbour” y su carné de “moto grande” en el bolsillo.
Y cuando por fin aquel motero consiguió trabajar de lo que deseaba y disponía de un sueldo con el que se hubiese podido permitir ser un motero con moto decente, el bebé, la primera hipoteca –y las consiguientes horas extras- y todas esas responsabilidades con las que los jóvenes entrábamos de sopetón en el mundo real, dejaron al joven motero sin tiempo ni ocasión para disfrutar de la moto, y como solución intermedia adquirió su primera Vespa, que le mataba el gusanillo de ir sobre dos ruedas, quedando relegada la moto a mero medio de transporte con el que desplazarse hasta el trabajo y, excepcionalmente, llevar a cabo alguna que otra excursioncilla. Al cabo de dos Vespas, y con el bebé ya crecidito, uno se cruza una tarde con una preciosa Yamaha de 600 c.c. –mi penúltima moto- y se enamora. Y es aquí, mis queridos reincidentes, cuando a los cuarenta se convierte uno, por fin, en motero y conoce de primera mano todas esas sensaciones que todavía no sé cómo explicarles. Sólo decirles que alguna vez que casualmente me he cruzado a mi ex, (mi ex moto, por supuesto) con la que fui tan feliz, aun y teniendo ahora una moto mejor y mucho más potente, siento celos de su actual propietario. Y me dan ganas de cantarle lo que Julio Iglesias a la Preysler, “Lo mejor de tu vida, me lo he llevado yo…”.
Un servidor tiene la teoría de que la felicidad completa no existe. La felicidad se compone de esas pequeñas –o grandes- cosas, que le permiten a uno ser feliz un instante. El secreto para ser feliz reside en saber encadenar el máximo de instantes felices posibles. Pues créanme que encima de una moto, con la carretera por delante y un destino cierto o incierto, un servidor se siente feliz, y esa sensación la compartimos todos los que nos gusta la moto. La moto, además de para llevarnos al trabajo y de utilizarla para hacer los recados en el centro donde es un suplicio circular e imposible estacionar cuando se va en coche, sirve también para ser feliz. Aunque algunas veces tanta felicidad pueda ocasionar algún que otro problemilla doméstico como el que a continuación les relato y que es tan real como la vida misma.
Tarde de verano en la que uno disfruta de unos días adicionales de vacaciones mientras el resto de la familia ya se ha incorporado a sus obligaciones. Suena el móvil y quien les escribe responde. El número que aparece en la pantallita es el del trabajo de la cónyuge de un servidor:
-¿Sí?
- Oye, que a ver si te puedes pasar por Mercadona, que me acabo de acordar que no tengo crema de manos.
- ¿Y no puede ser de otro sitio?
- No. Me gusta la de Mercadona. Es un bote redondo de color rosadito.
- Ya, si sé cual es, pero… ¿no te da igual otra marca?
- Que no, “pesao”. Que me gusta ésa.
- Es que… igual no me da tiempo a llegar.
-¿Qué no te da tiempo? Pero si son las cinco de la tarde. ¿Dónde estás?
- En la Plaza del Pilar.
- ¿En la Plaza del Pilar? ¿En qué Plaza del Pilar?
- En qué Plaza del Pilar va a ser. En la Plaza del Pilar de Zaragoza.
- ¿En Zaragoooozaaaaaaa? ¿Y qué co(piiiiiip) haces tú en Zaragozaaaa?
- Pues he venido a tomarme un cafetito, dando una vueltecilla en moto.
- ¿Una vueltecillaaaa? ¿Hasta Zaragozaaaaaa? Estás loco “perdío”, ¿eh?
- Mujer, no hay para tanto. Ida y vuelta son 500 kilómetros. ¿Qué son 500 kilómetros comparados con la inmensidad del universo?
- Bueno, deja lo de la crema de manos. Ten cuidado y no corras.
- No, no. Probablemente me dé tiempo. Son sólo dos horas y media de camino.
Tres a lo sumo.
- Anda, quita, quita…
Y es aquí cuando más de un reincidente despejará sus dudas –si es que albergaba alguna- de que quien les escribe está loco de atar, a menos que sea usted motero, en cuyo caso me comprenderá perfectamente. Así, un servidor, como lo hace cualquier motero, se suele dar el gustazo de aprovechar una tarde de fiesta para tomarse un café a muchísimos kilómetros de su casa, metiéndose entre pecho y espalda cinco o seis horas de moto por el puro placer de conducir, solo o acompañado de amiguetes moteros. ¿A alguien se le ocurre coger el coche y pegarse 500 kilómetros para tomar un café? No. ¿Por qué? Pues porque nada tiene que ver el coche con la moto. Esa sensación de libertad, circulando con el casco abierto, el aire en la cara por esas carreteras de montaña bailando sobre las curvas, el placer de percibir mil aromas que en coche ni se aprecian… Han de vivirlo para hacerse una ligera idea.
Y no quiero dejar pasar la oportunidad de desmontarles el tópico de que los moteros somos unos gamberros motorizados que nos pasamos la Ley de Seguridad Vial por el forro. Es evidente que en cualquier colectivo, como en botica, hay de todo, y que un solo gamberro motorizado –que no motero- haciendo el cabrito –quitándole años- y adelantando a todo lo que se mueve como si circulara por un circuito es visto por ciento y la madre -además, su vestimenta suele ser llamativa y espectacular-, pero las estadísticas demuestran que los moteros son, al menos, tan decentes como el resto de conductores y suelen estar implicados, porcentualmente, en menos accidentes. Por algo será.
Y llegados a este punto, y esperando que el tostón precedente no les haya hecho abandonar justo cuando viene el intríngulis de esta columna, les desvelo la pregunta que me hacía el amigo Urrutia y que decía tal que así:
- Oye, tú que eres motero. Tengo curiosidad por saber una cosa que me intriga. ¿Por qué los moteros os lleváis tan bien entre vosotros, que os saludáis cuando os cruzáis por la carretera sin conoceros, que charláis cuando os encontráis en un semáforo aunque no os hayáis visto en vuestra vida, mientras que los conductores de coche nos odiamos tanto entre nosotros?
Y tiene razón Urrutia. Cuando dos motoristas se cruzan por la carretera siempre se saludan haciendo la señal de la victoria con los dedos de la mano izquierda, o sacando el pie del estribo si las circunstancias aconsejan no soltar el manillar. Cuando un motorista circula en coche –a veces es inevitable circular enlatado- y ve un motorista detrás de él en una zona con línea continua, se orilla para cederle paso mientras le muestra por la ventanilla los dedos en “uve”. El motorista, que ha identificado a un motero con menos suerte que él –ese día circula en coche- sacará su pie derecho del estribo al pasar, saludándolo. No verá usted jamás a un motero averiado en el arcén, sin que se pare el primer motorista que pase por allí. ¿Por qué ese buen rollo? Pues esta mañana le respondía al amigo Urrutia con un “ni idea, socio”. Porque la verdad es que jamás me había planteado el porqué de tanto buen rollo entre motoristas, cuando ocurre todo lo contrario entre conductores de coche. Que como se despiste uno un segundo al cambiar el semáforo a verde y no salga de forma inmediata, se gana el pobre una pitada monumental.
Y así lleva uno toda la tarde buscando motivos. Buscando el porqué de esa camaradería que nos une a todos sin distinción de país, raza, sexo, creencias, tipo de moto o –como escribía Urrutia en su artículo de la semana anterior- grado de alopecia. Y la verdad es que sólo se le ocurre una cosa y que casa con lo que les comentaba unos párrafos más arriba.
En moto se es feliz. Y cuando uno se siente feliz es mucho más amigable. Es por lo que les recomiendo, mis queridos reincidentes, que sean ustedes moteros aunque no tengan moto. Especialmente cuando circulen en coche. Verán qué diferencia.
Saludos en uve a todos los moteros.
ADVERTENCIA:
_______________________
jOSE!
Publicado en vistazoalaprensa.com en agosto de 2007
y en su blog personal.
Por: Miguel Martinez
Uno se cree que por el mero hecho de pertenecer a un colectivo puede dar respuestas a cuantas preguntas se le formulen respecto a dicho colectivo y resulta que, algunas veces, los que ven el tema desde fuera gozan de una perspectiva más amplia y se hacen preguntas respecto a ese grupo que los integrantes del mismo ni se plantean.
Y así me ocurría esta misma mañana mientras mantenía una larga conversación telefónica con mi querido y admirado vecino de página, Juan Urrutia, en la que me planteaba una pregunta sobre moteros que un servidor no ha sabido responder. Me van a permitir mis queridos reincidentes que no le desvele la pregunta hasta dentro de unos párrafos, margen que ruego me concedan para intentar introducirlos en el mundillo de las motos y los moteros.
Y es que un servidor se declara un motero irredento. Menos motero de lo que él quisiera, pues sus obligaciones no le permiten dedicarle a viajar en moto todo el tiempo que desearía, pero motero al fin y al cabo.
Es más que probable que a aquéllos de mis queridos reincidentes que no sean moteros les resulte difícil comprender lo que se llega a disfrutar de la moto como compañera de viaje, las sensaciones que se viven sobre una motocicleta –y no me estoy refiriendo a la velocidad, que puede disfrutarse plenamente de la moto siendo respetuoso con las normas de tráfico- sensaciones que, por intensas, no soy capaz de describirles sino es a base de experiencias que intentaré introducirles en el relato de la manera menos plúmbea de la que sea uno capaz a estas alturas del verano, teniendo en cuenta que servidor todavía no ha disfrutado de sus merecidísimas vacaciones. En honor a la verdad, cuando este artículo vea la luz quien les escribe estará en el quinto pino y con el móvil “fuera de cobertura o apagado”.
Aunque uno empieza a ser motero mucho antes de tener motocicleta, y eso se hace devorando las revistas de motos cuando se es todavía un adolescente y anhelando que llegue el día en la que pueda conseguir la moto de sus sueños –una Bultaco Streaker en el caso de un servidor, hace ya unas cuantas décadas- en la mayoría de ocasiones uno no puede ejercer de motero con todas las de la ley hasta que goza de cierta independencia económica. Recuerda un servidor de su época de estudiante un Vespino GL rojo con el que se estrenó en el “mundo del motor”, con el que, en espera de mejores épocas y más largas rutas, “viajaba” desde su domicilio hasta el Instituto cada día.
El acceso al mundo laboral, a mediados de los ochenta, le permitió a quien les escribe acceder a una viejísima Montesa Impala del 62, casi, casi, una moto de las grandes, que le servía a un servidor para ir al trabajo, acudir a clase por las tardes y aventurarse a alguna que otra excursión de fin de semana. En su fuero interno, quien les escribe ya sentía motero, con un cacharro que era una antigualla y cuya bujía hacía la perla cada dos por tres, pero un motero, con su casco integral, su “Barbour” y su carné de “moto grande” en el bolsillo.
Y cuando por fin aquel motero consiguió trabajar de lo que deseaba y disponía de un sueldo con el que se hubiese podido permitir ser un motero con moto decente, el bebé, la primera hipoteca –y las consiguientes horas extras- y todas esas responsabilidades con las que los jóvenes entrábamos de sopetón en el mundo real, dejaron al joven motero sin tiempo ni ocasión para disfrutar de la moto, y como solución intermedia adquirió su primera Vespa, que le mataba el gusanillo de ir sobre dos ruedas, quedando relegada la moto a mero medio de transporte con el que desplazarse hasta el trabajo y, excepcionalmente, llevar a cabo alguna que otra excursioncilla. Al cabo de dos Vespas, y con el bebé ya crecidito, uno se cruza una tarde con una preciosa Yamaha de 600 c.c. –mi penúltima moto- y se enamora. Y es aquí, mis queridos reincidentes, cuando a los cuarenta se convierte uno, por fin, en motero y conoce de primera mano todas esas sensaciones que todavía no sé cómo explicarles. Sólo decirles que alguna vez que casualmente me he cruzado a mi ex, (mi ex moto, por supuesto) con la que fui tan feliz, aun y teniendo ahora una moto mejor y mucho más potente, siento celos de su actual propietario. Y me dan ganas de cantarle lo que Julio Iglesias a la Preysler, “Lo mejor de tu vida, me lo he llevado yo…”.
Un servidor tiene la teoría de que la felicidad completa no existe. La felicidad se compone de esas pequeñas –o grandes- cosas, que le permiten a uno ser feliz un instante. El secreto para ser feliz reside en saber encadenar el máximo de instantes felices posibles. Pues créanme que encima de una moto, con la carretera por delante y un destino cierto o incierto, un servidor se siente feliz, y esa sensación la compartimos todos los que nos gusta la moto. La moto, además de para llevarnos al trabajo y de utilizarla para hacer los recados en el centro donde es un suplicio circular e imposible estacionar cuando se va en coche, sirve también para ser feliz. Aunque algunas veces tanta felicidad pueda ocasionar algún que otro problemilla doméstico como el que a continuación les relato y que es tan real como la vida misma.
Tarde de verano en la que uno disfruta de unos días adicionales de vacaciones mientras el resto de la familia ya se ha incorporado a sus obligaciones. Suena el móvil y quien les escribe responde. El número que aparece en la pantallita es el del trabajo de la cónyuge de un servidor:
-¿Sí?
- Oye, que a ver si te puedes pasar por Mercadona, que me acabo de acordar que no tengo crema de manos.
- ¿Y no puede ser de otro sitio?
- No. Me gusta la de Mercadona. Es un bote redondo de color rosadito.
- Ya, si sé cual es, pero… ¿no te da igual otra marca?
- Que no, “pesao”. Que me gusta ésa.
- Es que… igual no me da tiempo a llegar.
-¿Qué no te da tiempo? Pero si son las cinco de la tarde. ¿Dónde estás?
- En la Plaza del Pilar.
- ¿En la Plaza del Pilar? ¿En qué Plaza del Pilar?
- En qué Plaza del Pilar va a ser. En la Plaza del Pilar de Zaragoza.
- ¿En Zaragoooozaaaaaaa? ¿Y qué co(piiiiiip) haces tú en Zaragozaaaa?
- Pues he venido a tomarme un cafetito, dando una vueltecilla en moto.
- ¿Una vueltecillaaaa? ¿Hasta Zaragozaaaaaa? Estás loco “perdío”, ¿eh?
- Mujer, no hay para tanto. Ida y vuelta son 500 kilómetros. ¿Qué son 500 kilómetros comparados con la inmensidad del universo?
- Bueno, deja lo de la crema de manos. Ten cuidado y no corras.
- No, no. Probablemente me dé tiempo. Son sólo dos horas y media de camino.
Tres a lo sumo.
- Anda, quita, quita…
Y es aquí cuando más de un reincidente despejará sus dudas –si es que albergaba alguna- de que quien les escribe está loco de atar, a menos que sea usted motero, en cuyo caso me comprenderá perfectamente. Así, un servidor, como lo hace cualquier motero, se suele dar el gustazo de aprovechar una tarde de fiesta para tomarse un café a muchísimos kilómetros de su casa, metiéndose entre pecho y espalda cinco o seis horas de moto por el puro placer de conducir, solo o acompañado de amiguetes moteros. ¿A alguien se le ocurre coger el coche y pegarse 500 kilómetros para tomar un café? No. ¿Por qué? Pues porque nada tiene que ver el coche con la moto. Esa sensación de libertad, circulando con el casco abierto, el aire en la cara por esas carreteras de montaña bailando sobre las curvas, el placer de percibir mil aromas que en coche ni se aprecian… Han de vivirlo para hacerse una ligera idea.
Y no quiero dejar pasar la oportunidad de desmontarles el tópico de que los moteros somos unos gamberros motorizados que nos pasamos la Ley de Seguridad Vial por el forro. Es evidente que en cualquier colectivo, como en botica, hay de todo, y que un solo gamberro motorizado –que no motero- haciendo el cabrito –quitándole años- y adelantando a todo lo que se mueve como si circulara por un circuito es visto por ciento y la madre -además, su vestimenta suele ser llamativa y espectacular-, pero las estadísticas demuestran que los moteros son, al menos, tan decentes como el resto de conductores y suelen estar implicados, porcentualmente, en menos accidentes. Por algo será.
Y llegados a este punto, y esperando que el tostón precedente no les haya hecho abandonar justo cuando viene el intríngulis de esta columna, les desvelo la pregunta que me hacía el amigo Urrutia y que decía tal que así:
- Oye, tú que eres motero. Tengo curiosidad por saber una cosa que me intriga. ¿Por qué los moteros os lleváis tan bien entre vosotros, que os saludáis cuando os cruzáis por la carretera sin conoceros, que charláis cuando os encontráis en un semáforo aunque no os hayáis visto en vuestra vida, mientras que los conductores de coche nos odiamos tanto entre nosotros?
Y tiene razón Urrutia. Cuando dos motoristas se cruzan por la carretera siempre se saludan haciendo la señal de la victoria con los dedos de la mano izquierda, o sacando el pie del estribo si las circunstancias aconsejan no soltar el manillar. Cuando un motorista circula en coche –a veces es inevitable circular enlatado- y ve un motorista detrás de él en una zona con línea continua, se orilla para cederle paso mientras le muestra por la ventanilla los dedos en “uve”. El motorista, que ha identificado a un motero con menos suerte que él –ese día circula en coche- sacará su pie derecho del estribo al pasar, saludándolo. No verá usted jamás a un motero averiado en el arcén, sin que se pare el primer motorista que pase por allí. ¿Por qué ese buen rollo? Pues esta mañana le respondía al amigo Urrutia con un “ni idea, socio”. Porque la verdad es que jamás me había planteado el porqué de tanto buen rollo entre motoristas, cuando ocurre todo lo contrario entre conductores de coche. Que como se despiste uno un segundo al cambiar el semáforo a verde y no salga de forma inmediata, se gana el pobre una pitada monumental.
Y así lleva uno toda la tarde buscando motivos. Buscando el porqué de esa camaradería que nos une a todos sin distinción de país, raza, sexo, creencias, tipo de moto o –como escribía Urrutia en su artículo de la semana anterior- grado de alopecia. Y la verdad es que sólo se le ocurre una cosa y que casa con lo que les comentaba unos párrafos más arriba.
En moto se es feliz. Y cuando uno se siente feliz es mucho más amigable. Es por lo que les recomiendo, mis queridos reincidentes, que sean ustedes moteros aunque no tengan moto. Especialmente cuando circulen en coche. Verán qué diferencia.
Saludos en uve a todos los moteros.
ADVERTENCIA:
Este POST No es mio, lo he copiado!! Lea detenidamente las instrucciones de uso. En caso de duda YO NO HE SIDO!!
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jOSE!
Primer contacto con Nespresso
El caso es que, por circunstancias de la vida, me he agenciado una cafetera Nespresso con la intención de dejarla en mi oficina, y disfrutar cuando me venga en gana de un cafelito. Total que, aún sin la cafetera en mi poder, realicé un pedido de café a la gente de nespresso, para tener cápsulas de café cuando llegara la cafetera.
Por motivos logísticos, hay que realizar pedidos múltiplos de 50, y al ser mi primer pedido, y para poder probar todas las variedades, lo hice de 150 cápsulas.
El paquete llegó ayer, y hoy lo he traído a la oficina. Cual ha sido mi sorpresa que, tras abrirlo, veo que solo hay 10 paquetitos (entiendo que de 10 cápsulas cada uno). Además, aunque en la caja del paquete pone mi nombre, en el interior viene una factura a nombre de una mujer de Lérida.
Supongo que la cara de la tía al abrir MI paquete contrastará sobremanera con la mía al abrir el SUYO.
Yo he llamado rápidamente a nespresso, y me han dicho que mañana mismo tendré mi pedido de nuevo en casa. Supongo que María (que así se llama ella) no habrá tenido a bien llamar :D
Nesfasssto... What else!
miércoles, 2 de enero de 2008
Hope There's Someone
Antony and the Johnsons
Hope There's someone (I'm a bird now - 2005)
Hope there's someone
Who'll take care of me
When I die, will I go
Hope there's someone
Who'll set my heart free
Nice to hold when I'm tired
There's a ghost on the horizon
When I go to bed
How can I fall asleep at night
How will I rest my head
Oh I'm scared of the middle place
Between light and nowhere
I don't want to be the one
Left in there, left in there
There's a man on the horizon
Wish that I'd go to bed
If I fall to his feet tonight
Will allow rest my head
So here's hoping I will not drown
Or paralyze in light
And godsend I don't want to go
To the seal's watershed
Hope there's someone
Who'll take care of me
When I die, Will I go
Hope there's someone
Who'll set my heart free
Nice to hold when I'm tired
Hope There's someone (I'm a bird now - 2005)
Hope there's someone
Who'll take care of me
When I die, will I go
Hope there's someone
Who'll set my heart free
Nice to hold when I'm tired
There's a ghost on the horizon
When I go to bed
How can I fall asleep at night
How will I rest my head
Oh I'm scared of the middle place
Between light and nowhere
I don't want to be the one
Left in there, left in there
There's a man on the horizon
Wish that I'd go to bed
If I fall to his feet tonight
Will allow rest my head
So here's hoping I will not drown
Or paralyze in light
And godsend I don't want to go
To the seal's watershed
Hope there's someone
Who'll take care of me
When I die, Will I go
Hope there's someone
Who'll set my heart free
Nice to hold when I'm tired
Regreso a la 'ofi'
Bueno, pues tras unos cuantos meses fuera (quizás 28 ó 30) ya he vuelto a mi oficina....
No tengo sitio, no tengo ordenador... eso si.... tengo frio!
:D
No tengo sitio, no tengo ordenador... eso si.... tengo frio!
:D
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