martes, 30 de agosto de 2005

No se como voy a llamarlo



   Conducía por el carril izquierdo de la M-30, pensando en mis cosas. Volvía a casa después del trabajo, y eso siempre hace que uno esté contento. No llegaba a haber caravana, pero si circulación lenta, y algún que otro parón puntual. A la altura del puente de los franceses, rozando ya la casa de campo, una cosa me llamó la atención.

   De debajo del coche de delante, aparecía un bulto. Aunque primero quieto, enseguida comenzó a moverse, en dirección perpendicular a mi marcha, con movimiento tembloroso y espasmódico. Todo esto sucedió en milésimas de segundo. Era un gatito. Pienso que se habría metido en el motor de algún coche, y había caído en ese tramo de la M-30.

   Mirando por el retrovisor, y pidiendo que el coche de atrás viera mi maniobra y no me golpeara, frené. El coche se paró y permaneció así 7 u 8 segundos, conmigo dentro, sin saber que hacer. No había notado que el coche golpeara nada, ni que pasara por encima del minino.

   Cuando me decidí a salir del coche, abrí la puerta. Miré al conductor de atrás y le pedí algo de paciencia con la mano. Supongo que en esos momentos, el conductor desconocía el motivo de mi frenazo, y seguramente se estaría acordando de mis padres que, por qué no decirlo, se encuentran en el pueblo pasando los últimos días de sus merecidas vacaciones.

   Escuchaba llorar al gato. Miré que no viniera ninguna moto por ningún lado, y me coloque en la parte delantera del coche. Al asomarme debajo, había un gatito intentando trepar por el interior de una de las ruedas delanteras del coche. Me incorpore de nuevo, mire otra vez por si venia alguna moto (me acorde de mi chaleco fluorescente y de la guardia civil al mismo tiempo) y me coloque entre mi coche y los que pasaban por el carril central, circulando despacio hasta rebasarme, mirando con cara de curiosidad...

   Metí la mano, le alcancé. Lo noté mojado, y pensé que estaría sangrando. Saque la mano, y levante al gato. Estaba lleno de grasa. Se lo mostré al conductor de atrás, que no se inmuto, ya que permanecía pacientemente atento a mis movimientos.

   El gatito parecía estar entero. Mirando de nuevo por si venia algún vehículo volví a bordear el coche por delante y me metí dentro, arrojando al gato a los pies del asiento del copiloto. Al ponerme el cinturón y meter la marcha, vi como el gato desaparecía por completo por el fondo. Se metió en el primer hueco que vio para protegerse. El cómo lo saque de ahí es otra historia.
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jOSE!

1 comentario:

Pininilaulita dijo...

Che en mi oficina he contado la historia y les lei esto y estamos consternados y yo ya llorando...
Q pena...
Buee ANIMOS