jueves, 6 de abril de 2006

El efecto dominó

(basado en una historia real)


   Jaime salió con tiempo para ir a la oficina. Como todos los días, arrancó su coche y tomó rumbo a Alcobendas. Aunque ciertas ganas de entrar al baño le hicieron dudar, decidió 'cambiarle el agua al pajarito' cuando llegara a la oficina. Sabía que en 25 minutos llegaría a su destino, y ese tiempo puede aguantarlo cualquiera.

   El día resultó ser distinto a los demás. Un desgraciado accidente de tráfico impedía a los coches circular con la fluidez habitual a esas tempranas horas del día. La hasta ahora tranquilidad de Jaime se enfrentaba al nerviosismo creciente y al temblor de piernas producido por ese 'líquido amarillo' que luchaba por salir.

   Dos horas después de salir de casa tomó la tan temida, a la par que necesaria decisión. Intentaría dejar el coche en el carril de la izquierda, pegado a la mediana, y aliviar ese tormento que le impedía pensar, que le impedía conducir, que le impedía ser persona.

   La velocidad tortuguil de los demás vehículos demoró su maniobra. Si es complicado cambiar de carril, más lo es en una caravana, en la que nadie se apiada de nadie... Diez minutos más tarde de la toma de la decisión, se encontraba Jaime poniendo el freno de mano junto a la mediana de la Nacional I.

   La necesidad de 'evacuar' le impedía tener vergüenza, y mientras abría la puerta del coche con una mano, con la otra preparaba el campo para que su pajarito viera la luz, y pudiera 'evacuar' sin impedimentos textiles.

   Que sensación tan orgásmica, que alivio, que bien... todos habéis tenido esa sensación, angustiosa y aliviante a la vez...

   Incomodo por no poder lavar sus manos como tiene por costumbre, Jaime se monto de nuevo en el coche. Ya más tranquilo, ya más relajado, contemplo la caravana que se perdía en el horizonte. Queriendo saber donde se encontraba exactamente miro por la ventanilla, miro por los retrovisores....

   Oh sorpresa!, la vergüenza entro en Jaime cuando vio por el retrovisor a una morena que le miraba con los ojos como platos, desde su coche. No sabía que hacer. Ella tenía que entenderlo. Llevaba cerca de tres horas, con eso ahí dentro, doliéndole a cada latido. Tenia que expulsarlo como fuera. Estaba dispuesto a soportar cualquier multa impuesta por cualquier agente de tráfico, pero no contaba con la morena de atrás... que lejos de relajarse, se ponía cada vez más nerviosa cuando sus miradas se cruzaban en el retrovisor del Fiat.

   Jaime quería morirse, su retrovisor le delataba. No podía esconderse en ningún sitio... que situación!!

   De repente, Jaime se quedó de piedra... La morena, acercando su coche a la mediana, se bajo del coche. Abrió la puerta de atrás, y seguidamente la de alante, e imitó lo realizado por Jaime momentos antes, pero en postura diferente... Al terminar, y montarse en su coche de nuevo, dedicó a Jaime una sonrisa de agradecimiento.

   El efecto dominó había comenzado.
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jOSE!

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